Más o menos por la mitad del siglo pasado, año 1957,
trabajábamos en un banco en Montevideo, Uruguay. Una tarde llega un jovencito
delgado, abundante cabellera castaña, ojos celestes. Nos pide ver al Gerente. “Tu
nombre, por favor” y nos dice…”Mi nombre no le dirá nada…dile que tengo una
carta para él de la Central… es de Personal”. Así lo hacemos. El Gerente comenta…”Me
avisaron que venía… hazlo pasar…” el joven
sonrió y entró con su carta…
Al poco rato, sale el Gerente con el visitante.
Habla con el Jefe de la Oficina. Al rato el Jefe recorre el local (trabajábamos
allí unos 15) presentando a cada uno el “nuevo funcionario…” y al llegar a
nuestro lugar nos dice que…”quedara contigo así lo pones al tanto de los trabajos que hacemos aquí…” Allí comenzó la
etapa de un par de años, en que tuvimos la cercanía, siete horas de cada día,
de una de las personalidades más atrapantes que nos toco conocer.
El joven, casi un niño, se llamaba Eduardo Germán
María Hughes
Galeano. Acababa de cumplir 17 años. Debía hacer práctica hasta los 18 y ahí rendir una prueba.
Lo que hoy se denomina “Pasantía”.
Nuestro trabajo, que desde ese momento incluía
al jovencito, era interno. Sin público. Eso permitía que a la par de nuestra
tarea, pudiéramos conversar, dialogar, cambiar ideas. Facilitaba eso que fuéramos
captando matices de aquella excepcional personita.
El día que llegó comentó algo de horario de unas
clases. Después que lo presentaron y cuando estábamos ya ubicados, recordé eso
y le pregunte. Explicó el punto. Tres mañanas tenía clases en Las Piedras, a una hora de viaje. ¿El tema?
Marxismo ¿El Profesor? El principal teórico del Partido Socialista que ya
estaba retirado, por su edad. El que reemplazó a Frugoni. Preguntaba si podría
pedir para llegar más tarde. Le dijimos que lo planteara. El Gerente autorizó.
Nunca lo vimos llegar sin un libro en la mano. Como
lo dejaba sobre el escritorio y al trabajar juntos quedaba a nuestra vista. El
segundo día, era de William Faulkner. Al vernos mirarlo, dijo…” lo estoy
estudiando, junto con Steinbeck, me interesa el Sur de Estados Unidos, los
algodonales, la esclavitud…” y era así,
no los leía, los “exprimía” para entender el contexto social sobre el que esos
maestros escribían. Tal cual aquel “muchachito” de 17 años.
Decíamos “exprimía” porque lo mostraba el libro, por
marcas y anotaciones y una serie de papelitos intercalados en sus páginas, de
los que también se veían en el bolsillo de su camisa. Nos decía que además le interesaban autores
de la Italia pobre, como Vasco Pratolini y Cesare Pavese, con los que, entre
otros, lo veíamos a menudo. Era sin duda uno de esos ejemplares, que le dicen
“fuera de serie”, aunque Galeano se veía obsesionado en no parecerlo.
¿Cómo era eso? Aquel casi niño tenía base en teoría
política muchas veces más que cualquiera de nosotros. Él lo sabía y jamás lo
usó. Cuando finalizaba la jornada, ya todo terminado, sobraba una hora de
“Hacer tiempo” y se formaban grupos y Galeano se integraba. Si el tema era
futbol de eso hablaba Galeano. Aquel era el tiempo de las primeras minifaldas y
el banco quedaba sobre 18 de Julio. El mostrador se llenaba de “observadores” y
allí estaba Galeano agregando sus comentarios. Tal vez sigamos con esto…
Félix Duarte
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