jueves, 25 de junio de 2015

AQUEL GALEANO (3)

En dos apuntes anteriores, había una especie de modesto homenaje a un uruguayo y a una obra, que están ya en la Historia de este país. Recogían un par de anécdotas, de las muchas, con Eduardo Galeano, con quien supimos compartir dos años de trabajo en un Banco, al que él llego, a comienzos de 1957, recién cumplidos los 17 años de lo que sería  una prolífica y plena vida, orgullo del Uruguay. A los dos apuntes agregamos el presente, con el que se completa nuestro propósito. Esto ocurrió en los primeros meses de 1959, luego de rendir la prueba finalizando su pasantía, una vez cumplidos los 18 años. 


Una vez confirmado en su trabajo, Galeano se afilió al sindicato bancario (AEBU).Nosotros teníamos actividades diarias allí, después de la jornada laboral, editando un periódico tabloide quincenal. Muchas veces Eduardo era un activo compañero en aquellas tareas, que eran sus experiencias nuevas, en algo que se percibía en él, casi como ansia vital: su curiosidad insaciable en el vivir diario de la gente o algo así. Además aquellos tiempos anunciaban ya lo que sería una década de efervescencia social, política, sindical como fue la de los años 60. En el 68 nace la CNT. La realidad del país sufre el “pachecato”.

Al inicio de la década de los ’70 aparece el Frente Amplio y dos años después 
el Golpe Militar. Cae una negra noche que aquí dura hasta los ’85 y que asola a casi
toda América Latina. Volviendo a los comienzos de 1959, había un largo conflicto bancario, que no venía muy bien. Había desgaste en el gremio. Si o si había que buscar una salida. Para eso se convoca una Asamblea en el local del Platense. Lleno total y gente en la calle. Consejo del Sindicato trabajó la noche anterior hasta el amanecer, en la moción a proponer a la Asamblea. La situación era que algo quedaba en el camino… y que algo se conseguía...

El grupo de nuestra Agencia, menos el Gerente que no era afiliado, estábamos juntos. No se hablaba mucho. Existía gran nerviosismo. Corría la voz que esa noche, Patronal y Gobierno sacaban aviso en TV, dando plazo hasta el día siguiente para reintegrarse. Eso o esperar telegrama del despido. Con el local al tope, en el estrado acomodaban para iniciar. En eso traen un pizarrón, en el que escritos con tiza, los anotados para el debate. ¿A quién vemos allí? A Eduardo Hughes Galeano. Quedamos fríos y a coro nos salió un ¡¡¿Tu te has anotado?!! –“Es claro, porque yo tengo algo que decir…” Todos en silencio… 
  
Se inicia la asamblea con el habitual informe de los dirigentes del Consejo. Los anotados para hablar no eran muchos, serian unos diez y nuestro Galeano por la mitad de la lista. Le toca, se levanta y enfila al micrófono. En eso, desde el centro de la multitud se oye un grito-alarido: ¡¡Vo, guri…¿no tenias clase hoy o no te dejaron entrar…?!!! Y estalló una carcajada infernal… Nos corrió un frio por la columna, cerramos los ojos y pensamos…creo que todos…”a este hoy lo sacamos en camilla…” y lo miramos…iba por la mitad del camino…no había un detalle que moviera su calma. Bajó la altura del micrófono y como si tal cosa…

Abrir los ojos y mirarlo y ver aquella calma mientras seguía el bullicio, creo que nos daban ganas de gritar que se callaran y escucharan. Pero no fue necesario. Dos minutos y había silencio. Nueva sorpresa. ¿Se entiende esto después de cómo lo recibieron.? Debe haber hablado algo como diez minutos. Se da vuelta y deja un papel en el estrado. Al volver le preguntamos que había dejado. “Les deje un moción mía para votar.” Otra sorpresa. Habla uno más de la lista del pizarrón  y alguien del público plantea una moción de orden. Pide cerrar la lista de oradores y pasar a votar. Cerrado aplauso da por aprobada la propuesta.

Para decidir había dos mociones. Votan la del Consejo. Multitud a favor. Votan la de Galeano y se ve otra multitud casi igual a favor. Vieron que para definir aquello había que separar a la gente en dos bandos y contarlos. Se decide pedir un cuarto intermedio. Llaman a Galeano a la trastienda y se hace lo que se llama una “refrita”. Conformar una moción a partir de las dos. Y sucede así. Se reinicia la asamblea planteando una “moción conjunta”. Al costado del estrado esta Galeano esperando la votación. Desde donde estábamos, ahí si contrastaba su menuda estampa de niño grande... Cerrado aplauso de pie consagra la moción: “Aprobada por unanimidad”. En eso llega Eduardo y soporta abrazos y besos de las dos compañeras del grupo. Afuera, cuando salíamos, muchos se acercaban a felicitarlo. Fue algo así como el hombre del día… al que nosotros ya queríamos mucho...


Félix Duarte 

martes, 9 de junio de 2015

AQUEL GALEANO (2)

 En un apunte anterior, nos referimos a un día de 1957, en el que un jovencito de 17 años recién cumplidos, llegó a un banco en el cual trabajábamos. De los dos años siguientes hay recuerdos. Estas dos notas intentan un modesto homenaje a un uruguayo y a una obra que seguirá en el tiempo.  Por ejemplo lo de hoy debió ser allá por los finales del 1958. A esa altura, Galeano había “ganado” un huequito en el corazón de cada uno de los 15 . Desde el Gerente al Portero. Uno de ellos era fanático de los  apodos” y nadie escapaba. A poco de llegar el jovencito pasó a ser “Ugues”,  por  lo del apellido Hughes.

Lo de trabajar juntos y compartir enfoques en temas y en ideas, fue creando una cosa como cercanía afectiva entre nosotros. Un día al poco rato de iniciar la jornada, nos pregunta…”¿Qué tenes que hacer mañana por las 10…?” Al responderle que nada, nos explica…”Entonces te necesito. Al fin de la tarde te explico, pero siempre que me prometas no decir nada. Ni aquí ni a nadie del Banco…” Le dije que lo prometía y le pedí que me dijera de que se trataba…”  “Cuando estemos saliendo”  fue su respuesta y la verdad es que me instaló una gran curiosidad…que me hizo mirar un reloj que parecía no moverse.

Al salir, ya en 18 de Julio, nos detenemos y dice…”A las las 10 mañana, en el Juzgado de la calle Cabrera, a media cuadra de Comercio…me caso y quiero que seas mi testigo…y ahí viene mi chofer…y recuerda lo prometido…” La sorpresa fue real, mientras Ugues saludaba con la mano, ascendiendo al ómnibus. El punto no era que se casara, es lo más común.  No era común el contexto en aquel caso puntual. Aunque casi un año nos ubicó para que asumiéramos que con Ugues, lo común, lo habitual tenía sus “matices” ya que en su vida, el decidía lo “habitual”. Mejor decir su actitud ante eso “habitual”.

De su vida privada no sabíamos nada. El no comentaba. Nadie preguntaba. Todos lo estimábamos. Dos buenas compañeras, que sabían que comía cada uno en el Banco, con Galeano habían fracasado con total éxito. A menudo lo esperaba a la salida una chiquilina muy guapa. Por ahí se decía que había alquilado un apartamento y que estaba en pareja. Las “dos” como éramos algo cercano a Ugues, pedían averiguar algo. No y no respondíamos. Benedetti escribió que “Uruguay es una oficina pública con vista al  mar…” Es cierto. Y en cada lugar estaban estos ejemplares pendientes de la vida de los demás…

Como en la película de Gary Cooper, “a la hora señalada…” en el Juzgado. Ya estaba Eduardo, una hermana, su mejor y más cercano amigo. La compañera, una amiga y quien escribe llegando cinco minutos tarde. Todo fue rápido. El Juez hizo su parte, se cumplieron  trámites burocráticos y antes de una hora, esposos y testigos pisábamos la calle. Ugues mira su reloj y nos dice:”Si tomamos un ómnibus en 8 de Octubre, antes de una  hora estamos en el Banco”...lo que recibió un enérgico rechazo del amigo, de que nunca vio un casamiento sin festejo, invitando al grupo a tomar algo. Lo que se acepto.

Caminamos una cuadra hasta 8 de Octubre y Comercio. Antes de entrar a un bar de los varios que había allí, vimos un vendedor de flores. No había mucho para elegir, le pedimos lo hiciera la “señora” y eligió unas siemprevivas. El amigo de Ugues eligió un molinete muy colorido de otro vendedor. Aquel regalo nos extraño aunque a ella le encantó. Recordará su infancia, pensamos. Ya en el bar, el festejo se redujo a unas grapas, caña con naranja al amigo del novel esposo, un jugo, algún refresco. El obligado brindis y en media hora, cada cual a su rutina. Con Ugues íbamos en un 103. Los demás tomaron un taxi.

Hasta aquí quedan señales de la lejanía de aquel jovencito con algunas de las acciones o costumbres habituales en la sociedad. Tiempo después supimos que cuando el casamiento, ya la pareja estaba separada. En total armonía y seguían amigos. Tenían una niña de apenas un añito. Ella se iba a Cuba. En los finales de 1958 la Revolución triunfaba y ella quería ser parte de lo nuevo que nacía en la Isla. Fidel el 1º de enero de 1959 entraba a La Habana. El casamiento aportaba documentación para el viaje de madre e hijita. Por eso ocurrió. Eduardo no la acompañó pues tenía otros planes. Ella quería ser parte de la vida nueva en Cuba. El miraba hacia el mundo. Sobre finales del 1959 era Cajero en el Banco, cuando renuncio para trabajar con Carlos Quijano en “Marcha”. Después revista “Crisis” en Buenos Aires. Lo demás es Historia.

Félix Duarte