El país era “…ese puntito que en el mapa casi no
se ve…” de la canción. Con sus pocos más de tres millones de almas. Bostezaba luego
de una oscura noche que había durado más de una década. En la apacible mañana
de un soleado domingo, suena el timbre. Mate en mano abrimos. Unos amigos de
vida y andares. Uno de los del día a día. El otro, que recién vuelve de muchos
años de exilio. “Palito” y el “Rengo Viera”, de nombres y apellidos ocultos por
el cariño del apodo. Periodistas ellos. Uno muy bueno, el otro un maestro. Eran
del diario clausurado por la Dictadura… que renacería como semanario.
Nos
invitaban a ser parte del equipo de la Redacción, que estaría a cargo de
“Palito”. En La Dirección “El Rengo” secundado por el “Chancho Raúl” pues, nos
integramos. El Semanario saldría los viernes y en esa tarde el equipo se reuniría
a evaluar el número ya en la calle, a definir el próximo y distribuir la tarea, que cada uno entregaría
el miércoles siguiente. . Por aquellos días,
espacios políticos como el Fénix “renacidos”, habían decidido levantar durante una semana,
el tema de los desaparecidos, promoviendo actos barriales, una concentración céntrica
al final y buscar espacios en prensa y radios amigos.
En la
reunión inicial, se resolvió como nuestro aporte, dedicar la edición a entrevistar a familiares de los
desaparecidos. “Vos que sos del gremio podes encargarte de la compañera de
Lorenzo…” se nos dice…y ponemos manos a la tarea. Conseguido teléfono, nos
hablamos. Explicada la razón de
urgencia, quedamos para ese domingo a la mañana. El domicilio era a media
cuadra del Viaducto de Paso Molino. Poco
más allá del monumento a la Diligencia, ya empezaba la
calle. Quietud de barrio en enero. Parque con
sensación de rocío. Tocamos. Sale la esposa de Lorenzo. Digamos que se
llamaba Ana.
Saludos
y otros etc. y dice: “estaba haciendo café, ven y luego empezamos”.la
acompaño, empieza a enhebrarse la charla
En un rincón de la cocina había un
“changuito” de feria a medio llenar con diarios arrugados. Mientras Ana ordena
una bandeja con las tazas, me acerco al
rincón aquel y ocurre uno de los momentos más horribles que he vivido. Y que no
olvidé. Aquellos diarios y el “changuito” se sacuden. Estalla el
alarido o grito o lo que sea, que me hace dar un salto. Me invade una situación
extraña. Ana deja la bandeja. Me sujeta los brazos con fuerza y me dice…”tranquilo…
vamos y te explico que es eso”
Ante el
café humeante, Ana empieza…”Cuando Lorenzo fue requerido, paso a la
clandestinidad. Llamaba cada día, apenas para oír el “hola”. Ambos sabíamos que
el otro estaba libre. Era habitual instalar ‘ratoneras’ aquí. Jeep que llegaba
en la alta noche. Tres o cuatro, con equipos de escucha, se ubicaban aquí,
donde estamos ahora. Mama, yo y la nena al cuarto. No se abrían ventanas y no
se salía de allí. Solo al baño o cocina, con un soldado al lado. En la casa
había un gato joven y juguetón. Veía alguien sentado y le saltaba a la falda. A
los tres días los soldados no estaban. Se habían ido…”
Explica
Ana que salen del cuarto. Lo primero fue buscar el gato. Nada. Mucha suciedad
en el living, pero esta vez con abundancia de manchas de sangre y el rastro hacia
un fondo con piso de tierra y pedregullo. Temen lo peor con el gato. No está
allí. De pronto perciben algo de un montoncito de tierra en un costado. El gato
en su agonía se había ido cubriendo de tierra y sangre. Es seguro que saltó a
la falda de un soldado. Este lo apuñaló y en esa posición se dirigió al fondo y
lo lanzo a la tierra. Las manchas, las formas, el rumbo de la sangre lo indicaban.
Sin necesidad de Sherlock Holmes. El gato se salvo. Su cerebro no. Está en la
noche de una locura por el dolor, dijo el Veterinario. Quedo en el “Changuito”
y sus diarios. De noche Ana lo sacaba un rato al fondo. Solo con ella, el pobre
gatito no explotaba con su espantoso alarido.
Félix
Duarte
No hay comentarios:
Publicar un comentario