martes, 9 de junio de 2015

AQUEL GALEANO (2)

 En un apunte anterior, nos referimos a un día de 1957, en el que un jovencito de 17 años recién cumplidos, llegó a un banco en el cual trabajábamos. De los dos años siguientes hay recuerdos. Estas dos notas intentan un modesto homenaje a un uruguayo y a una obra que seguirá en el tiempo.  Por ejemplo lo de hoy debió ser allá por los finales del 1958. A esa altura, Galeano había “ganado” un huequito en el corazón de cada uno de los 15 . Desde el Gerente al Portero. Uno de ellos era fanático de los  apodos” y nadie escapaba. A poco de llegar el jovencito pasó a ser “Ugues”,  por  lo del apellido Hughes.

Lo de trabajar juntos y compartir enfoques en temas y en ideas, fue creando una cosa como cercanía afectiva entre nosotros. Un día al poco rato de iniciar la jornada, nos pregunta…”¿Qué tenes que hacer mañana por las 10…?” Al responderle que nada, nos explica…”Entonces te necesito. Al fin de la tarde te explico, pero siempre que me prometas no decir nada. Ni aquí ni a nadie del Banco…” Le dije que lo prometía y le pedí que me dijera de que se trataba…”  “Cuando estemos saliendo”  fue su respuesta y la verdad es que me instaló una gran curiosidad…que me hizo mirar un reloj que parecía no moverse.

Al salir, ya en 18 de Julio, nos detenemos y dice…”A las las 10 mañana, en el Juzgado de la calle Cabrera, a media cuadra de Comercio…me caso y quiero que seas mi testigo…y ahí viene mi chofer…y recuerda lo prometido…” La sorpresa fue real, mientras Ugues saludaba con la mano, ascendiendo al ómnibus. El punto no era que se casara, es lo más común.  No era común el contexto en aquel caso puntual. Aunque casi un año nos ubicó para que asumiéramos que con Ugues, lo común, lo habitual tenía sus “matices” ya que en su vida, el decidía lo “habitual”. Mejor decir su actitud ante eso “habitual”.

De su vida privada no sabíamos nada. El no comentaba. Nadie preguntaba. Todos lo estimábamos. Dos buenas compañeras, que sabían que comía cada uno en el Banco, con Galeano habían fracasado con total éxito. A menudo lo esperaba a la salida una chiquilina muy guapa. Por ahí se decía que había alquilado un apartamento y que estaba en pareja. Las “dos” como éramos algo cercano a Ugues, pedían averiguar algo. No y no respondíamos. Benedetti escribió que “Uruguay es una oficina pública con vista al  mar…” Es cierto. Y en cada lugar estaban estos ejemplares pendientes de la vida de los demás…

Como en la película de Gary Cooper, “a la hora señalada…” en el Juzgado. Ya estaba Eduardo, una hermana, su mejor y más cercano amigo. La compañera, una amiga y quien escribe llegando cinco minutos tarde. Todo fue rápido. El Juez hizo su parte, se cumplieron  trámites burocráticos y antes de una hora, esposos y testigos pisábamos la calle. Ugues mira su reloj y nos dice:”Si tomamos un ómnibus en 8 de Octubre, antes de una  hora estamos en el Banco”...lo que recibió un enérgico rechazo del amigo, de que nunca vio un casamiento sin festejo, invitando al grupo a tomar algo. Lo que se acepto.

Caminamos una cuadra hasta 8 de Octubre y Comercio. Antes de entrar a un bar de los varios que había allí, vimos un vendedor de flores. No había mucho para elegir, le pedimos lo hiciera la “señora” y eligió unas siemprevivas. El amigo de Ugues eligió un molinete muy colorido de otro vendedor. Aquel regalo nos extraño aunque a ella le encantó. Recordará su infancia, pensamos. Ya en el bar, el festejo se redujo a unas grapas, caña con naranja al amigo del novel esposo, un jugo, algún refresco. El obligado brindis y en media hora, cada cual a su rutina. Con Ugues íbamos en un 103. Los demás tomaron un taxi.

Hasta aquí quedan señales de la lejanía de aquel jovencito con algunas de las acciones o costumbres habituales en la sociedad. Tiempo después supimos que cuando el casamiento, ya la pareja estaba separada. En total armonía y seguían amigos. Tenían una niña de apenas un añito. Ella se iba a Cuba. En los finales de 1958 la Revolución triunfaba y ella quería ser parte de lo nuevo que nacía en la Isla. Fidel el 1º de enero de 1959 entraba a La Habana. El casamiento aportaba documentación para el viaje de madre e hijita. Por eso ocurrió. Eduardo no la acompañó pues tenía otros planes. Ella quería ser parte de la vida nueva en Cuba. El miraba hacia el mundo. Sobre finales del 1959 era Cajero en el Banco, cuando renuncio para trabajar con Carlos Quijano en “Marcha”. Después revista “Crisis” en Buenos Aires. Lo demás es Historia.

Félix Duarte 


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