La vida
es el mayor misterio entre los aun no resueltos. En sus casualidades o tal vez
en sus caprichos, en ocasiones se entretiene en tejer hilos que acercan hechos,
por alguna razón no olvidados. Como en un caso que empezó
allá por el año 1975. Pongamos que Julio
se llamaba la persona. Funcionario en
uno de los tres bancos comerciales del Estado, aquí en la capital. Militante en
el sindicato, en su partido político y en donde hubiera motivos para ello. Era/es de esa gente que no piensa en sí misma, si
otros necesitan ayuda, conocidos o extraños. Apreciado, querido y muy
respetado por todos en su entorno.
Su
lugar de trabajo era amplio, junto a unas tres decenas de funcionarios. Julio
estaba en un extremo. Por el otro se accedía desde una arcada grande, a pocos
pasos del ascensor. Aquella tarde, ve entrar tres soldados y algo que no se explica le susurra...
”Vienen por ti…” Con veloz reacción, desprende de su cinturón unas llaves, que
arroja a la papelera. Llegan… ¿Usted es…? Asiente. El oficial mete su mano en la papelera y toma las llaves.
Adiestrado, cuanto entró percibió el movimiento
de Julio. Lo levantan de la silla. Esposas con manos a la espalda. Llegando a la salida, un
soldado le coloca la capucha.
Empezaba
el calvario para Julio, en aquel tiempo arbitrario. Meses sin saber nada. Eso era común y la esperanza aguardaba.
Un día el “soplo” desde el Hospital Militar… alguien internado bastante mal,
que parecía ser él. Días después se confirmo que era Julio. Pasa que en esos tiempos,
la persona tenía un número. El nombre no estaba en los papeles de entrada. Al
poco tiempo Julio cambio número por nombre. Paso a estar “apto para ser
visitado”, aunque su cárcel fue larga. Salió con todos, terminada la dictadura.
Estuvo con la multitud de “peladitos”… al abrazarlos una tarde en la Plaza Cagancha.
El
tiempo y la vida gastaban sus trancos largos…vuelta tras vuelta de la Tierra.
Trabajábamos, ya sin dictadura militar, en la Agencia de un Banco, 18 de Julio
cerca de Requena. Eran tiempos sin computadora y los cierres diarios, a mano
con apenas una maquina de sumar a manija o, si era muy “moderna”… una eléctrica.
Siempre sobraba alguna hora antes de poder marcar tarjeta hacia la libertad.
Unos, en el mostrador miraban las muchachas por 18. Otros de a dos o tres por
escritorio, desgastábamos el tiempo en charlas sobre política, futbol o de los
más diversos asuntos…sin faltar las ideas para arreglar el mundo…
Con
nosotros…Antonio y Pablo que comenta estar cansado pues la noche anterior fue
el cumpleaños de su esposa. Parece que tomó alguna demás. Fue en la casa del
suegro, que era un militar de grado alto. Coronel o algo así, ya retirado. Dice
que al final, se había sentado en un sillón, esperando a su esposa que seguía
charlando. El suegro se ubica a su lado y le dice…”le tengo que hacer una
pregunta…usted que es del gremio tal vez conozca a un tal Julio…” Se dan cuenta
sobre quién me pregunta…se imaginan que desde aquella tarde que se lo llevaron del Banco trece
años…pero vean esto…
Le
contesto que sí, que lo conocía…más… que lo conocían todos, era un gran tipo y
mi suegro me dice…”Le explico…al hombre lo tuvimos que detener y precisábamos
de él una respuesta…que si no la teníamos en media hora…ya no nos servía para
nada…y sabe lo que nos respondía, una y otra vez …que
esa respuesta se la reservaba…” y en silencio… miraba una ventana …para agregar…” y sabe usted una cosa…que lo
parió al hombre…se la reservó nomás” y en eso llegó mi señora y aproveche a
salir. Y sigue Pablo: “Tenía un nudo en la garganta. No recuerdo si me despedí
de él…me di cuenta del punto… saber aquellas llaves que Julio tiró a la
papelera de donde eran. El Coronel sabia que se corría la voz de la captura y lo que allí estuviera
volaba. ..Era claro que el Coronel preguntaba…” si Coronel… que lo parió…se la
reservó nomás… y… ¿por qué no lo olvido usted durante trece años…? Tal vez por
todo lo que le hicieron…pero él los derrotó…..¿Seria por eso, Coronel…?
Félix
Duarte